Me
levanto de la cama cuando suena la musiquita de la alarma del teléfono a las
siete y media de la mañana. Ni siquiera sé en qué día vivo, pero hay que
ponerse en pie para empezar a trabajar.
Subo
las persianas para que la luz del sol me despeje un poco, entro al baño y
pongo el agua a calentar. Me quito el pijama y me meto en la ducha. Adoro las
duchas por la mañana, el agua recorriéndome el cuerpo me despeja de una manera
increíble. No tardo mucho, salgo y me empiezo a secar el pelo. Estamos a
principios de febrero y no es conveniente salir con el pelo mojado a la calle
con el frío que hace, a no ser que quieras que te dé una pulmonía o una gripe.
Mientras me lo seco pienso en el día de hoy, que ojalá cuando salga a la calle
esté todo nevado y blanco, adoro la nieve.
Después
me dirijo a mi cuarto, abro el armario. Estoy bastante indecisa, no sé muy bien
qué ponerme hoy. Bueno, al final siempre me pongo lo primero que veo. Cojo unos
vaqueros ajustados oscuros, una camiseta básica blanca de tirantes y unos
botines marrones con un poco de tacón. Me lo pongo y me miro al espejo, estoy
preparada y lista para salir. Cojo el abrigo, un gorro de lana y una bufanda a
juego. Localizo el bolso, que está en la entrada, me lo cuelgo del hombre y voy
a abrir la puerta. Aunque, no sé qué pasa que no consigo abrirla, forcejeo e
intento poder salir pero soy incapaz.
Unos
segundos después, el pomo parece abrirse. No entiendo nada, no sé quién tiene
las llaves de mi casa. Se abre la puerta y aparece una señora bajita y
regordeta vestida de blanco con una bandeja de pastillas, sigo sin entender
nada. De repente, al darme la vuelta, veo que toda mi casa ha cambiado. Ya no
es mi piso, ahora es una habitación blanca con una ventana con barrotes, una simple cama y una mesita de noche.
Pues nada, un pequeño relato que he tenido que presentar para clase, me apetecía publicarlo. Espero que os guste :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar un poquito de ti en este pequeño sitio.