Para mi héroe, sin capa ni espada:
No sé si leerás esto, si sabrás que lo estoy escribiendo, ni si quiera sé si ahora mismo puedes verme.
Esta carta es para ti, es de esas que escribes y quemas para que el viento se lleve tus palabras. Bien, en este caso mis palabras se las llevará el tiempo.
Hoy es 3 de febrero de 2013, hoy ya caerían 51 primaveras. Casi nada ¿eh? Ya pasas de media centena, qué mayor. Es el primero de tus cumpleaños que no te tengo, y eso duele. Duele pensar que no podré volver a celebrarlo contigo, duele pensar que no podré volver a regalarte nada, que no te volveré a ver soplando las velas, pero sobretodo duele recordar que no volverás conmigo sea el día que sea.
No tengo muy claro qué es lo que quiero decirte, porque creo que ya es obvio todo lo que te quiero y que te echo de menos, aunque nunca está de más repetirlo.
Hoy es ese día en el que, de pequeña, yo te despertaba con saltos en la cama mientras cantaba, o más bien gritaba, el cumpleaños feliz en todos los idiomas y versiones posibles. Luego te levantabas de mal humor, pero tu cara cambiaba cuando mamá y yo te dábamos tu tan esperado regalo. Aunque fuera algo que tú pedías ya con antelación y no era ninguna sorpresa, habitualmente solía ser un libro de novela negra, siempre lo cogías con esa ilusión y esa sonrisa que me enseñaste a tener y no esconder. Después, por la tarde al terminar todas las clases, hacías tu riquísimo bizcocho de chocolate sin azúcar y lo merendábamos los tres juntos mientras hablábamos de qué tal nos había ido el día (yo siempre le añadía un poquito de nata, para darle más gracia). Por la noche nos veíamos juntos una película tirados en el sofá. Mamá siempre se dormía incluso antes de que empezara y nos quedábamos tú y yo comentándola, cómo echo de menos esos momentos en los que estábamos tú y yo solos. Otra de las alternativas, y si tocaba, era un partido de tu tan queridísimo Atleti que eran más que sagrados para ti (si pudieras verlos ahora ni te lo creerías).
Quiero preguntarte qué tal estás, quiero saber si puedes cuidarme, quiero poder darte un abrazo y tirarte 51 veces de las orejas (y una de regalo, nunca se olvida), quiero poder darte tu regalo y ver esa cara de felicidad que ponías. Quiero volver a ser la niña de tus ojos, que vengas con tu super inteligencia de chico de ciencias a ayudarme con las cosas que no entendía. Volver a esos largos paseos y esas charlas que teníamos los dos, me encantaba hablar contigo. Quiero que vuelvas a aconsejarme y a entenderme como todavía nadie ha conseguido hacer. Te necesito muchísimo, no sabes cuanto. Espero que, estés donde estés, seas feliz. Es lo único que pido, la única exigencia que tengo, no quiero más.
Mi ángel de la guarda, felices 51 papá. Te quiero.
Fdo: Andrea.
La escritura es un arma, y es más poderosa de lo que jamás podrá ser un puño.
domingo, 3 de febrero de 2013
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