Hoy es uno de esos días en los que me gustaría jugar al rugby, aunque nunca me haya gustado ese deporte. Hoy es uno de esos días en los que me apetece beber Mahou hasta que mi tripita cervecera diga 'basta'. Hoy es uno de esos días en los que quiero llorar, pero de la risa, viendo todas y cada una de las obras de Les Luthier en el salón de mi (nuestra) casa. Hoy es uno de esos días que leería a Boris Vian para entender un poco tu amor por la novela negra, o volvería a vivir las aventuras de Asterix y Obelix. Hoy es uno de esos días en los que, por amor al sufrimiento, me haría del Atleti. Hoy es uno de esos días que no me importaría escuchar a María Dolores Pradera o a Soledad Giménez hasta la saciedad. Hoy es uno de esos días que me perdería por el mundo con tu cámara en mano y fotografiaría todas las cosas bonitas que viera.
Hoy es uno de los muchos días que te echo de menos.
Me gusta celebrar los días tristes rememorando tus grandes pasiones, y ¿sabes cuál pienso que era tu gran pasión? La de vivir. La de disfrutar del momento. La de ser feliz. Y ha sido muy difícil ser feliz en estos cuatro años un poco solitarios, pero lo he intentado con todas mis ganas. Por mi. Y por ti.
Porque es cierto que eras alguien muy pequeño, por algo te ganaste el mote de 'el niño', pero llegaste a ser la persona más grande que he conocido y conoceré.
Que aún sigo echando de menos tu afán por cocinar, que se compenetraba perfectamente con mi afán por comer. Aún sigo echando de menos que lo primero que oía al despertarme y lo último que oía antes de dormir fuese tu voz. Aún sigo echando de menos tus broncas porque no estudiar, porque era una vaga o porque no dejaba nunca el ordenador.
Ojalá pudieras verme ahora, y espero que lo estés haciendo, cumpliendo mi sueño. Ojalá pudiera compartirlo contigo. Ojalá hubiera podido compartir contigo mi decimoctavo cumpleaños, o mi entrada a la veintena.
Ya han pasado cuatro años desde la última vez que te vi, que te abracé.
Y cuanto más pasa el tiempo más lejos te siento, y por muchos años que pasen esta herida que dejaste al irte nunca va a dejar de sangrar. Por mucho que a veces parezca que ya la tengo cicatrizada, en realidad nunca se llega a cerrar del todo.
Porque tú eras de esas personas que merecían ser eternas.
El mejor de los mejores.
"Él empezó a tutear a la muerte, aquel día, y la muerte se enamoró de él. Por un momento entendí que le quisiera todo para ella, que se le quisiera llevar como al resto, pero que no. No podía permitir que se marchara sin tener que irme yo con él. El mundo le necesitaba aquí, yo le necesitaba aquí. Supongo que de esto al final nunca vais a entender porque nunca le habéis visto reír, pero lo raro sería que nadie quisiera luchar por tenerle en su vida (...). Su cáncer hizo metástasis en mi cuerpo en lugar de en el suyo, se me agarró al corazón y me atravesó el pecho y la piel, y se convirtió en lágrimas que jamás quise compartir con nadie. Y hoy las suelto aquí, porque si, porque le quiero, porque si yo fuese la muerte también me habría enamorado de él. Y el día que anunció que su cuerpo había decidido empezar a morir un poquito más rápido que el resto, fue el día que yo empecé a odiar un poquito el mundo (...). Por fugaz le pedí que se quedara, que me siguiera sonriendo el resto de los días que nos quedaban, que no rompiese jamás esa puta manía que tenía de no usar el despertador para que su voz fuese lo primero que escuchaba cada mañana." PAULA EXPÓSITO.
La escritura es un arma, y es más poderosa de lo que jamás podrá ser un puño.
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