Un padre es un héroe para sus hijos, un ejemplo a seguir. Es el primer amor de su hija aún cuando no sabe el verdadero significado de esa palabra, ese amor que aún sigo esperando que vuelva a casa.
A veces hasta parece injusto que solo haya tenido medio siglo de vida siendo alguien tan grande que llegaría a ser infinito. Pero ahora sé que siempre será eterno, porque él vive dentro de mi y dentro de todos aquellos que aún le recuerdan: de niño o de adolescente, como señor arquitecto o como señor profesor, con pajarita o con corbata, con gafas o sin ellas, con más o menos pelo, con camisa o en chandal, en casa o en el hospital, leyendo o escribiendo; pero estoy segura que, sea como sea como le tengamos guardado en la memoria, siempre será sonriendo, o contando un chiste, o simplemente siendo feliz.
De todas las cosas que mi padre pudo enseñarme en dieciséis años, se le olvidó enseñarme a vivir sin él y ni por mi cuenta lo he conseguido, probablemente no aprenda a hacerlo nunca. Pero la mejor enseñanza que me pudo dejar es a no rendirme, a seguir luchando a pesar de lo negro que pueda parecer el futuro. Me enseñó a luchar por mis sueños, a perseguirlos, a hacer aquello que me apasionara y a dedicarme a algo que me llenara de verdad. Me repetía que la vida es demasiado corta para dedicarle tiempo a aquellas cosas que no te hacen feliz, y él era el mejor ejemplo.
Hoy serían las felices 53 primaveras de él, el mejor de los mejores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar un poquito de ti en este pequeño sitio.